Navidad, una esperanza en la incertidumbre
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Los días de Navidad para muchas personas representan un momento muy significativo. En estos días algunos separan un espacio fuera de la rutina cotidiana para compartir tiempo con los seres queridos, disfrutar de vacaciones con buena comida y valorar la experiencia. Sin embargo, no es lo mismo para todos. Precisamente, la expectativa cultural que se tiene sobre la navidad es un motivo para aflorar sentimientos y emociones como la tristeza profunda, falta de significado, ira, dolor, amargura, incertidumbre, entre muchas otras.
Para muchos expresar los sentimientos no es tarea fácil, pues tienen que lidiar con comentarios como “no estés triste”, “no pienses más en eso”, entre otras frases comunes que, aunque pueden compartirse de buena fe, no necesariamente son la mejor respuesta. Para estas personas se les hace difícil asimilar una época de tantos sentimientos encontrados. Por esta razón, estaré compartiendo algunos fundamentos y síntesis desde la fe cristiana y la psicología que puedan ayudarte en este temporada.
Hace más de dos mil años que Jesus de Nazaret nació en un pesebre en compañía de María y José. Durante ese día tan esperado, unos ángeles se le presentaron a unos pastores diciendo: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lucas 2: 10-11). Esa voz que proclamaba una esperanza en medio del miedo fue difícil de creer. De hecho, posiblemente te estes preguntando ¿qué tiene que ver esta historia con la situación con lo que mencione anteriormente? Para una mejor comprensión estaré haciendo un breve recorrido histórico.
El evangelio de Lucas comienza haciendo referencia sobre los días de Augusto Cesar. Esto en primera instancia pareciera ser un detalles más; no obstante, no puede ser pasado por alto. En aquellos días, los judíos estaban pasando por tiempos muy difíciles siendo dominados por el imperio romano y el anuncio de que vendrá un Salvador, cargaba en sí un sentido de esperanza pero al mismo tiempo de incredulidad. En primer lugar, Julio Cesar se proclamo como “dios”; entonces Augusto Cesar al ser su precursor se consideraba como “el hijo de dios” para los romanos. Este hombre sembró tanto miedo que, algunos historiadores comentan que asesinó a su esposa e hijos porque fueron en contra de su voluntad. Esto es solo una pizca que podemos percibir en referencia al miedo, temor, angustia e incertidumbre que estaba pasando el pueblo judío. Es entonces cuando paradójicamente, se levanta una voz de esperanza.
Esta voz viene para poner al mundo de cabezas. En otras palabras, para quitarle poder a los gobernantes opresores y a exaltar al pobre y al humilde (Isaías 57:15). Qué curioso ¿no? Dios viene a salvar al mundo con una esperanza difícil de asimilar; a través de una joven adolescente dando a luz en un pesebre y celebrado por pastores desconocidos. Esa es la misma esperanza que Jesus mismo proclamó “El reino de los cielos se ha acercado...” (Mateo 4:7).
Esta esperanza además de ser concebida por el Espíritu de Dios tiene fines prácticos para nuestra vida cotidiana. A través de la literatura científica desde el enfoque de la psicología positiva nos proporciona información para comprender la esperanza. Carlos Albizu-Miranda plantea que la persona disfuncional es aquella que ha perdido esperanza, que no se siente querida y ha perdido la capacidad de amar. Podemos decir que la falta de confianza tiene una relación negativa con la salud mental positiva. En mayor o menor grado, podemos identificarnos con esta disfuncionalidad y es que, en alguna manera, todos podemos sentir que nos falta algo. Por esta razón, es que la Navidad tiene un rol tan protagónico en nuestro “ser”. La esperanza en Cristo Jesús nos renueva y nos proporciona “una esperanza que no nos avergüenza por que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Romanos 5:5).
En términos psicológicos, según Stotland, la esperanza se define como la expectativa de llegar a conseguir metas percibidas como importantes en la vida. Además, la Asociación Americana de Psicología define la esperanza como "la expectativa de que uno tendrá experiencias positivas o de que una situación potencialmente amenazante o negativa no se materializará o finalmente dará como resultado un estado de cosas favorables." En efecto, la esperanza tiene un gran impacto a nuestra salud social, emocional, física y espiritual, pues está correlacionado positivamente con la satisfacción y además funciona como un amortiguador para los eventos estresantes de vida. Además, es la esperanza la que nos hace prevalecer y perseverar en nuestra lucha por seguir creyendo.
Hoy, si estás atravesando un tiempo de dolor y sufrimiento, te invito a descansar en la esperanza que nos proporciona la fe en Jesucristo. La esperanza trasciende el optimismo y va más allá de nuestro “yo” porque es una confianza está depositada en Dios. Dios decidió venir a este mundo como 100% humano y brindar esperanza, fe y amor (1 Corintios 13:13). Este significado trasciende las fiestas, las comidas y las vacaciones, porque es la Navidad un símbolo de esperanza, porque el amor de Dios sostiene nuestra vida en momentos difíciles.
1 comentario
Hermoso mensaje mi hermano!