Reflexiona y acciona en la resurrección de Jesús

      En una ocasión Jesús estaba junto a sus discípulos en la conocida “ultima cena”. Esta cena fue muy parecida a las cenas pascuales de la comunidad judía en aquellos días, ya que la pascua celebra la liberación del pueblo hebreo de los egipcios. Particularmente en la tercera copa, en la que se comparte el cordero como señal de sacrificio, Jesús dijo: “esta es mi sangre, este es mi cuerpo”. Esta expresión nos ofrece una visión clara de la autoimagen y el autoconcepto de Jesús.

      Jesús sabía por lo que estaría pasando en los próximos días. Él conocía la intención de los grupos político-religiosos en ruta a su deseo de censura, ya que representaba una gran amenaza por la influencia que ejercía en el pueblo Un momento, ¿ofendió?, exactamente. Jesucristo a lo largo de su ministerio ofendió el ego de muchos, desde todos los lideres religiosos, romanos y hasta sus propios discípulos (circulo íntimo).

      Como parte de esta reflexión deseo compartir que Jesús desea confrontar todo nuestro orgullo y autosuficiencia con la finalidad de comprender que somos totalmente dependientes de Dios y es en esa dependencia donde llega la revelación de Jesús como el Cristo en nuestra vida. Es él quien se ofrece como el cordero de Dios para quitar el pecado del mundo (Jn. 1;29).

      Eventualmente, Jesucristo es entregado a las autoridades romanas por uno de sus propios discípulos, Judas Iscariote. Además, otro de sus discípulos llamado Pedro lo niega por el miedo a ser relacionado como parte de su circulo íntimo. Jesucristo es crucificado con todas las implicaciones de esta horrible muerte, pues los soldados romanos eran unos asesinos expertos. En estos momentos se cumplió lo que el profeta Isaías dijo: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Is. 53;5). Este acto muestra la grandeza del amor de Dios ante la humanidad que aun nosotros siendo pecadores Cristo murió por nosotros (Rm. 5;6).

      Estamos en celebración porque la muerte no pudo detener la obra de Dios tan maravillosa pues Jesucristo venció la muerte al resucitar al tercer día. Esta es una verdad tan contundente que el apóstol Pablo se atreve a declarar

“Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” (1 Cor. 15;14).

      Por otro lado, es imposible que los discípulos inventaran tal historia, pues ellos no creían que Jesucristo resucitaría. Estaban sin esperanza, escondidos por miedo a que le sucediera lo mismo que a su maestro.

      Es la resurrección de Jesucristo quien los empodera para proclamar deliberadamente las buenas nuevas del Reino de Dios sin importar el costo o las consecuencias. Cuando conocemos al Cristo de la cruz y de la resurrección somos transformados y empoderados por su Espíritu Santo para proclamar el evangelio. Es tiempo de reflexionar, es tiempo de actuar…

 

Referencias:

Reina Valera, 1960, Juan 1;29, Isaias 53;5, Romanos 5;6, 1 Corintios 15;14.

Photo by Pisit Heng on Unsplash

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